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Memorias particulares, de Gil Gijón, en las Galerías Cardenal Salazar. Foto: Ars Operandi |
El pasado martes 25 de noviembre se inauguró en las Galerías Cardenal Salazar la exposición titulada Memorias particulares, en la cual se expone la obra reciente de Gil Gijón. Durante los últimos años, el artista, formado principalmente en las Universidades de Sevilla y Valencia, ha trabajado sobre la memoria retratando a sus familiares mediante el polvo que recogía en la casa de estos; dado que en la composición del polvo y la pelusa domésticos hay trazas de la propia persona, podría decirse que los lleva al cuadro de forma literal.
Puede leerse con detenimiento en el catálogo de la exposición los fundamentos teóricos, los antecedentes plásticos, los objetivos planteados, la metodología de trabajo y las conclusiones de las obras expuestas que, por cierto, entablan una interesante relación con la muestra paralela de José María Báez, analizando si realmente todo es representación o si, por el contrario, puede existir una presentación en arte. También se muestran algunas claves sobre el autor, la gestación del proyecto y lo doblemente particular de las Memorias, por lo que conviene en este artículo dar algunas breves pinceladas sobre la propia exposición como marco que permite desplegar aquellos contenidos hacia el visitante, centrando la atención en los recursos expográficos y no tanto en el material literario de apoyo.
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Una de las piezas de Memorias particulares, de Gil Gijón, en las Galerías Cardenal Salazar. Foto: Ars Operandi |
El espacio de las Galerías Cardenal Salazar se reparte en tres alas del claustro superior de la Facultad de Filosofía y Letras; en consecuencia, el discurso de Memorias Particulares se escinde también en tres bloques conceptuales, casi a modo de planteamiento, nudo y desenlace. El primero de ellos, denominado Procesos, propone una aproximación a los rituales creativos de Gil desde un punto de vista esencialmente técnico, para lo cual se muestran primero los materiales e instrumentos de trabajo, como si se tratara de una instantánea del estudio del artista, y a continuación se contraponen las fotografías de partida y los retratos resultantes; ello constituye la base necesaria para comprender el origen y el significado de lo demás. El segundo bloque es Álbum, un desarrollo de las ideas principales de la exposición a través de diez retratos distintos en contenido y técnica pero coincidentes en las propiedades ontológicas y representativas de las polvografías; es decir, vuelve a construir la historia familiar desde de los parámetros dados en el primer bloque. El tercero y último, Experimentos, presenta unas piezas que abandonan el formato fotográfico tradicional, ya sea en lo referido al tamaño, a la sustancia o al marco expositivo; supone el final del relato anterior, por cuanto explora y cuestiona sus límites, pero también abre la vía de nuevas reflexiones que van mucho más allá de la mera innovación técnica. Dentro de esa estructura general, la ordenación de cada galería pretende potenciar el mensaje de las obras mediante una alternancia más o menos natural entre infancia y senectud, y al mismo tiempo, entre retratos individuales y de grupo; es decir, intentando mantener ese equilibrio que define a toda familia. Dicho aspecto alcanza su cénit en un recurso de malabarismo museográfico consistente en disponer los retratos de Álbum según un eje simétrico, con dos alturas diferentes, de manera que los distintos tamaños y formas de los marcos vayan creando una suerte de perspectiva hacia el centro, replicando en lo visual la alternancia de contenido: en lugar de empujar al visitante hacia los laterales, hacia la salida, los abraza hasta el corazón de la exposición, donde se concentran los cuadros más pequeños que, significativamente, se corresponden con los dos extremos de la familia, la niña y la abuela.
Los bloques Procesos y Experimentos se han organizado atendiendo a una lógica similar, aunque menos llamativa en el resultado final por su breve recorrido. El proyecto expográfico en su conjunto es bastante más complejo que lo descrito en las líneas anteriores, pues engloba igualmente todo un aparato de señalética (carteles de bienvenida, cartelas acompañando a las obras y emulando su dibujo), publicidad, maquetación, traslado, montaje y un sinfín de detalles que con toda probabilidad carecen de interés para el lector. Así pues, sólo me queda, por fin, desearles en nombre de todos los participantes que disfruten de la exposición tanto como nosotros lo hemos hecho durante su preparación.
Gil Gijón
Memorias particulares
Galerías Cardenal Salazar
Facultad de Filosofía y Letras, Córdoba
Comisario: Pablo Allepuz (*alumno de 4º Curso del Grado de Historia del Arte)
Hasta el 16 de enero